Archive for the ‘Los mejores retratistas’ Category

Caravaggio

Michelangelo Merisi da Caravaggio nació en Milán en 1571. Se le considera como el mayor representante de la pintura barroca. Siendo muy pequeño su familia tuvo que salir de Milán por la epidemia de peste que asolaba la ciudad y emigrar a Caravaggio, población de la que tomó el nombre.

En 1584 entró a trabajar como aprendiz del pintor Peterzano. Tras concluir su aprendizaje visitó Milán y Venecia, donde conoció la obra de Giorgione, Tiziano y Da Vinci.

En 1592 llegó a Roma y contactó con Giusseppe Cesari, pintor de Clemente VIII, y comenzó a trabajar con él. De esta época podemos destacar su “Muchacho con cesto de fruta” (representado en este artículo) en el que se puede apreciar el absoluto realismo y la minuciosidad de los detalles que dio fama a Caravaggio.

En 1594 decidió trabajar por su cuenta y, después de pasar por un periodo de penurias económicas, fue contratado por el cardenal Francesco María del Monte, para el que realizó un gran número de obras. Le son encargados multitud de cuadros religiosos, como “La Magdalena Penitente”, “San Francisco de Asís en éxtasis” o “Descanso en la huida de Egipto”. Estos cuadros elevaron su fama entre el pueblo y los artistas, aunque algunos fueron rechazados por la Iglesia, debido a su extremo realismo a la hora de plasmar a los modelos que escogía entre la gente de la calle y a los que se negaba a idealizar en sus obras para que representasen la pureza y perfección que se esperaba de las figuras religiosas. Sus obras además fueron a veces criticadas por ser demasiado violentas y explicitas, aunque para muchos otros su estilo tenebrista y barroco emocional lo encumbraba como el mejor pintor de Roma. Varias de sus obras fueron rechazadas por considerarlas vulgares, sacrílegas y faltas de gusto, como “La conversión de San Pablo” o “La Muerte de la Virgen”.

Caravaggio fue una persona con fuerte carácter, muy dado a meterse en riñas callejeras. Sus mecenas le protegieron durante años pero en 1606, tras matar a un hombre en el transcurso de una pelea, tuvo que huir a Nápoles. Allí se convirtió en la estrella de la pintura napolitana. Seis meses después viajo a Malta, donde fue nombrado Caballero de Malta y se le consiguió el indulto por el caso de asesinato. Allí realizó varios retratos de los caballeros de la Orden, entre ellos el Gran Maestre. Sin embargo pronto fue expulsado por faltas morales y ser considerado una persona non grata.

Tras su expulsión se asentó en Sicilia donde siguió realizando trabajos como “La sepultura de Santa Lucia” o “La adoración de los pastores”. Las obras de esa época muestran figuras aisladas frente a un inmenso vacío, que transmiten la sencillez y la fragilidad de los personajes.

Nueve meses después regresó a Nápoles, donde se consideraba a salvo de sus enemigos. En 1610 viajó a Roma para recibir el indulto del Papa pero nunca llegó a su destino. Se cree que murió de fiebres durante el viaje pero el cuerpo nunca apareció.

Caravaggio es reconocido por haber dado la técnica definitiva al claroscuro, oscureciendo las sombras e iluminando el objeto. También resultó influyente su forma de plasmar el físico y la psicológica de los personajes de forma realista. Sus pinturas tuvieron un gran impacto en los jóvenes pintores romanos, surgiendo un movimiento pictórico llamado caravaggismo. Entre sus seguidores se pueden citar Giovanni Baglione y Orazio y Artemisia Gentileschi. En el siglo XVII su influencia seguía viva en pintores como Gerrit Van Honthorst, Rubens, Rembrandt o Velázquez.


Camille Corot

Jean-Baptiste Camilla Corot nació en Paris en 1796. Destacó como uno de los más ilustres pintores de paisajes y su estilo influenció a los impresionistas. Era hijo de una familia rica que intentó que trabajase en el negocio familiar tras finalizar su educación, a pesar de su vocación de ser pintor. Sin embargo, dado que Corot dedicaba toda la jornada laboral a dibujar, aceptaron su deseo y financiaron su formación.

Ingresó en el estudio del paisajista Michallon que le enseño a ser observador y reproducir fielmente la naturaleza. Tras la muerte de Michalon, continuó sus estudios con Bertin, otro paisajista que le enseño los principios clásicos de la pintura de paisajes. Corot destacó por su frescura y por su exactitud en la reproducción de los modelos. Sus paisajes suelen reproducir los momentos del amanecer y el crepúsculo, por lo que la luz aparece difuminada y la atmósfera resulta intimista, llena de reflejos y colores pastel. Sus cuadros reflejan cierto tono de melancolía o nostalgia, fruto de la influencia del Romanticismo.

Corot consigue triunfar en el Salón de Paris pero su obra no obtiene el favor del público. Como sus obras eran frescas y parecían esbozos, se decía que escondían su falta de destreza y de recursos técnicos. Sin embargo, el mérito de Corot era captar los volúmenes y buscar la estética de lo fragmentario, lo que hacía que el público considerase sus cuadros como inacabados. Sin embargo, este estilo es el que influyó en los primeros pasos de muchos impresionistas como Monet o Cezzane.

Entre sus paisajes podemos destacar “La Villa d’Abray” o “Recuerdo de Mortefontaine”. Entre sus retratos más importantes están “Gitana con mandolina”, “La lectora coronada con flores” o “La mujer de la perla”, que aparece en este artículo. En este retrato el artista prescinde de cualquier paisaje que pueda servir de fondo y realiza un retrato de inspiración renacentista, aunque podemos seguir apreciando las características de su modo de pintar en la utilización de luces y tonos difusos.


Artemisia Gentileschi

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Artemisia Lomi Gentileschi nació en Roma en 1593. Su padre, el pintor Orazio Gentileschi, fue su primer maestro y la introdujo en el estilo de Caravaggio y le enseñó dibujo, como empastar los colores y dar brillantez a los cuadros.

Destacó por encima de sus hermanos y firmó a los 17 años su primera obra, “Susana y los viejos”. Cuando cumplió 19 años, como no podía acceder a ninguna academia profesional de Bellas Artes por ser mujer, su padre contrató al artista Agostino Tassi como profesor privado. Por desgracia, fue violada por su profesor y la inquisición la sometió a torturas para demostrar la veracidad de sus acusaciones. Este hecho la inspiró para su obra “Judith decapitando a Holofernes”, una obra en la que se representa una escena violenta que puede simbolizar el deseo de venganza de la artista por la violencia que había sufrido.

En 1614 se casó con el pintor Pietro Antonio Stiatessi, con el que se instaló en Florencia. Allí fue la primera mujer en ingresar en la Academia de Dibujo y se convirtió en una exitosa pintora de corte. Mantuvo relaciones de amistad con personajes influyentes de la época como el artista Cristofano Allori, el duque Cosme II de Medici o Galileo Galilei.

En 1621 regresó a Roma, donde apreciaron su arte en los retratos y su habilidad para recrear escenas de la Biblia pero no consiguió que le realizaran encargos de frescos y retablos, mucho más lucrativos, por lo que en 1627 se trasladó a Venecia y en 1630 a Nápoles, buscando un lugar rico en el que abundasen los amantes del arte. En Nápoles fue muy apreciada como artista, recibió el apoyo y la estima de los nobles, y empezó a trabajar en cuadros para una catedral. Permaneció en Nápoles hasta su muerte en 1656.

Está considerada como una de las mejores pintoras barrocas, una artista completa que dotaba a sus cuadros de un realismo y una atmósfera dramática poco corriente en su época. Sus obras están llenas de energía y fuerza expresiva y muestran un gran dominio del color y los claroscuros. Entre sus obras más importantes podemos destacar “Susana y los viejos”, “Judit decapitando a Holofernes”, “Autorretrato como mártir” o el “Retrato de un confaloniero” que podéis observar en este artículo.


Aman-Jean

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Edmond Francois Aman-Jean nació en el año 1858 en Chevey-Cossigny, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de las afueras de París. En 1880 comenzó sus estudios como pintor en la Escuela de Bellas Artes con el profesor Henri Lehmann. Allí conoció a Georges Seurat (inventor del estilo pictórico del puntillismo) con el que compartió estudios durante varios años y con el que mantuvo una gran amistad.

Más tarde estudió con el maestro Pierre Puvis de Chavannes, con el que colaboró como asistente en su obra “La Arboleda Sagrada” (Lión, 1884).

En 1886 realizó un viaje de estudios a Roma y, a su vuelta, entabló amistad con varios poetas simbolistas franceses como Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine y Philippe-Auguste Villiers. Mientras los poetas trataban de utilizar el lenguaje para expresar nuevas sensaciones, Aman-Jean prefirió inspirarse en las tradiciones pictóricas e iconográficas. Se especializó en retratos de jóvenes y lánguidas damas, usando pinceladas bruscas y contrastes de color. Sus retratos más importantes son “Mujer con pavo real”, en el que se aprecia la influencia de las nuevas perspectivas del arte japonés, muy habituales en los pintores parisinos de la época, o los retratos de Thadée C. Jacques o Ella Carmichael, obra que podéis admirar en este artículo. Sus obras suelen estar realizadas en colores pastel, como rosas, violetas o rojos, y utiliza una técnica de pinceladas delgadas y ondulantes.

Además de por sus retratos femeninos, Aman-Jean destacó también por sus murales en edificios públicos, como “Los cuatro Elementos” para el anfiteatro de química de La Sorbona en 1912 o los ocho paneles realizados para el Museo de las Artes Decorativas de Paris en 1910. También trabajo en el diseño de láminas, litografías y pósters.

Aman-Jean expuso sus obras regularmente en el Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes y en el Salón de la Rosacruz de 1892 y 1893.

Durante toda su vida mantuvo su amistad con el pintor Georges Seurat, con el que compartió taller en 1879. Seurat realizó un retrato de su amigo Aman-Jean que está considerado uno de los grandes retratos del siglo XIX.


Alberto Durero

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Durero nació en Nuremberg en 1471. Su padre fue su primer maestro y le enseñó el legado de la pintura gótica flamenca y del arte alemán del siglo XV. Las primeras influencias de Durero fueron pintores flamencos como Campin, Van Eyck o Van der Weyden. Con 14 años entró como aprendiz del grabador y pintor Michael Wolgemut, que le enseñó a realizar grabados en madera e ilustraciones para diversas publicaciones, trabajo en el que destacó por su facilidad para el trazado del dibujo y su meticulosidad para los detalles.

Después de varios viajes por Italia, en los que realizó varias acuarelas de paisajes y mejoró su manejo de las proporciones humanas a través del estudio de los textos del romano Vetrubio, regresó a Alemania, donde realizó múltiples grabados que elevaron su fama. En esta época es acogido por la familia Fugger, para los que realizó múltiples retratos.

Durero intentó conciliar el interés por los detalles empíricos de los artistas alemanes con el énfasis de los italianos en los temas clásicos y las figuras idealizadas. Creía que la geometría y las medidas eran la clave para entender el arte clásico y el renacentista italiano. Por ello, dedicó toda su vida a realizar un tratado sobre las proporciones humanas.

La enorme cantidad de sus obras, además de su gran calidad, han hecho que Durero influyera de forma notable en la historia del arte. Su interés por la geometría y las proporciones y sus observaciones de la naturaleza son un ejemplo de la curiosidad que invadía a los artistas del renacimiento.

Entre sus obras destacan “La Adoración de la Trinidad” o el díptico “Adán y Eva”. Entre sus retratos al óleo podemos destacar sus “Autorretratos”, “El retrato de Maximiliano I” o el “Retrato de una joven veneciana”.


Adolphe Piot

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Étiene-Adolphe Piot nación en Digoin (Francia) en 1820 y murió en 1910. Su estilo pictórico se encuadra dentro del realismo neoclásico.

En su juventud viajó a París a estudiar en el taller de León Cogniet, un maestro de gran reputación que tenía fama de ayudar a los jóvenes talentos. Cogniet le enseñó el amor por la forma humana que queda plasmado en todas las obras de Piot.

Empezó a exhibir sus obras en el Salón de Paris en 1850, destacando por sus retratos de mujeres, aunque a partir de 1870 empezó a exhibir trabajos que se salían del ámbito de los retratos, como “El abandonado” o “La carta”. En 1883 se convirtió en miembro de la Sociedad de Artistas Franceses, asociación que más adelante le convertiría en miembro perpetuo. En 1890 recibió una mención de honor por su trabajo en la Exposición Universal de 1889.

Sus retratos evocan la belleza y la naturaleza femenina de la mujer del siglo XIX. En sus obras solía utilizar un fondo oscuro para dar mayor sensación de brillo a la figura de la modelo. Sus retratos intentan mostrar los sentimientos y la personalidad de la modelo, ya sea con una tímida sonrisa, una mirada o una apariencia de dignidad. Piot va más allá de mostrar la belleza de la modelo, intentando percibir un nuevo tipo de feminidad. Sus retratos no sólo nos hacen admirar los rasgos físicos de la mujer retratada, sino que nos hacen preguntarnos por su personalidad y por sus sentimientos.

Por su idealizada y sentimental visión de las mujeres unida a una habilidad técnica al máximo nivel, se le considera como uno de los mejores pintores de la cara femenina.

Además de sus retratos femeninos, Piot también realizó numerosos retratos de niños.