Alberto Durero

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Durero nació en Nuremberg en 1471. Su padre fue su primer maestro y le enseñó el legado de la pintura gótica flamenca y del arte alemán del siglo XV. Las primeras influencias de Durero fueron pintores flamencos como Campin, Van Eyck o Van der Weyden. Con 14 años entró como aprendiz del grabador y pintor Michael Wolgemut, que le enseñó a realizar grabados en madera e ilustraciones para diversas publicaciones, trabajo en el que destacó por su facilidad para el trazado del dibujo y su meticulosidad para los detalles.

Después de varios viajes por Italia, en los que realizó varias acuarelas de paisajes y mejoró su manejo de las proporciones humanas a través del estudio de los textos del romano Vetrubio, regresó a Alemania, donde realizó múltiples grabados que elevaron su fama. En esta época es acogido por la familia Fugger, para los que realizó múltiples retratos.

Durero intentó conciliar el interés por los detalles empíricos de los artistas alemanes con el énfasis de los italianos en los temas clásicos y las figuras idealizadas. Creía que la geometría y las medidas eran la clave para entender el arte clásico y el renacentista italiano. Por ello, dedicó toda su vida a realizar un tratado sobre las proporciones humanas.

La enorme cantidad de sus obras, además de su gran calidad, han hecho que Durero influyera de forma notable en la historia del arte. Su interés por la geometría y las proporciones y sus observaciones de la naturaleza son un ejemplo de la curiosidad que invadía a los artistas del renacimiento.

Entre sus obras destacan “La Adoración de la Trinidad” o el díptico “Adán y Eva”. Entre sus retratos al óleo podemos destacar sus “Autorretratos”, “El retrato de Maximiliano I” o el “Retrato de una joven veneciana”.

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