Adolphe Piot

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Étiene-Adolphe Piot nación en Digoin (Francia) en 1820 y murió en 1910. Su estilo pictórico se encuadra dentro del realismo neoclásico.

En su juventud viajó a París a estudiar en el taller de León Cogniet, un maestro de gran reputación que tenía fama de ayudar a los jóvenes talentos. Cogniet le enseñó el amor por la forma humana que queda plasmado en todas las obras de Piot.

Empezó a exhibir sus obras en el Salón de Paris en 1850, destacando por sus retratos de mujeres, aunque a partir de 1870 empezó a exhibir trabajos que se salían del ámbito de los retratos, como “El abandonado” o “La carta”. En 1883 se convirtió en miembro de la Sociedad de Artistas Franceses, asociación que más adelante le convertiría en miembro perpetuo. En 1890 recibió una mención de honor por su trabajo en la Exposición Universal de 1889.

Sus retratos evocan la belleza y la naturaleza femenina de la mujer del siglo XIX. En sus obras solía utilizar un fondo oscuro para dar mayor sensación de brillo a la figura de la modelo. Sus retratos intentan mostrar los sentimientos y la personalidad de la modelo, ya sea con una tímida sonrisa, una mirada o una apariencia de dignidad. Piot va más allá de mostrar la belleza de la modelo, intentando percibir un nuevo tipo de feminidad. Sus retratos no sólo nos hacen admirar los rasgos físicos de la mujer retratada, sino que nos hacen preguntarnos por su personalidad y por sus sentimientos.

Por su idealizada y sentimental visión de las mujeres unida a una habilidad técnica al máximo nivel, se le considera como uno de los mejores pintores de la cara femenina.

Además de sus retratos femeninos, Piot también realizó numerosos retratos de niños.

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