Edouard Manet

Manet nació en Paris en 1832. Sus notas no fueron lo bastante buenas para estudiar derecho, como pretendía su padre, por lo que intentó ingresar en la Academia Naval Francesa. Al fracasar también en este intento, decidió dedicarse al arte, empezando sus estudios con Thomas Couture y dedicándose a copiar cuadros del Louvre.

Tuvo bastantes discusiones con su profesor, que era demasiado tradicionalista, por lo que Manet buscó su propia síntesis de la historia del arte e intentó fundirla con los conceptos de los grabados japoneses.

En 1853 empezó a viajar por Europa para copiar a los grandes maestros. En 1865, en un viaje por España, descubrió la pintura barroca española que tuvo una gran influencia en su obra, quedándose impresionado en especial por las obras de Velázquez.

En 1867, con motivo de la Exposición Universal, realizó una exposición particular de sus obras, gastando en el proyecto gran parte de su herencia. Sin embargo, no obtuvo éxito de ventas ni de críticas.

En 1872 consiguió vender varios cuadros y su obra fue expuesta junto a la de otros artistas en la primera exposición de pintores impresionistas. Juntos formaron la Sociedad Anónima de Artistas para realizar exposiciones colectivas. Manet empezó a relacionarse con ellos y a absorber sus técnicas pero siempre prefirió exponer sus obras de forma individual. Poco a poco fue consiguiendo el apoyo del público e incluso el Salón de Paris le concedió una medalla de segunda clase y fue nombrado Caballero de la Legión de Honor.

En 1880 se le diagnosticó un problema circulatorio crónico que hizo que su salud fuera deteriorándose. Esta enfermedad le llevó a la muerte en 1883.

Manet fue un artista contradictorio: por un lado se le veía como un artista rebelde, pero paso toda su vida buscando la fama y obsesionado con las críticas. A pesar de ser uno de los padres del Impresionismo, nunca quiso exponer con ellos y siempre luchó por ser aceptado en los Salones oficiales.

Entre sus obras más importantes podemos destacar “Olimpia” y Desayuno sobre la hierba”, ambas rechazadas por la crítica de la época y consideradas vulgares, amorales y creadas sólo para escandalizar. Otras obras destacables son “El pífano” (presente en este artículo) y el “Bar de Follies Bergére”.

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